Hoy te he vuelto a ver pasear desde el portal donde habito, donde cada noche me dejan dormir cubierto por los cartones que a otros les sobran, donde cada mañana me desayuno con la miseria de la incertidumbre. Has pasado tú, encorvado como siempre, con tu taciturno semblante a la caza de un nuevo día, sin importarte el ritmo ni el decorado habitual de tu sendero.
Un lacónico saludo entre tú y yo quebró momentáneamente el silencio. El tuyo y el mío. Y no porque nos falten las palabras, sino porque, quizá, nunca nadie quiso detenerse a escucharnos. Alcé la mano en señal de buenos días, y como cada mañana, asentiste con una tímida sonrisa. Luego, te alejaste calle abajo, vida abajo, mirada abajo.
Hoy te volví a ver pasear ante mi portal.
Y hoy, inspirado, decidí acompañarte.
Inspirado en La hora del paseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario