miércoles, 1 de diciembre de 2010

214.-DEDOS SOÑADORES (Seleccionado)

Abuela y nieta golpean y frotan la ropa sobre los surcos de la tabla mientras el agua va temblando desbocada.

—Abuela, enséñame, así tus dedos al acariciar no arañarán mi piel…

La abuela, distraída y ausente, regresa con una indulgente sonrisa. Mira sus manos trémulas, aún tienen capacidad de enredo, y responde:

—Es fácil, al jabón de grasa y aceite requemado hay que añadirle resina… para la espuma, sabes…

—Cuanto me gustaría que papá y mamá me vieran… ¿Y a ti el abuelo?...

La llovizna acude en ayuda de la abuela arrojando diáfanas perlas de espuma sobre el lavadero. Contiene las lágrimas de la ausencia y, con la sabiduría colgando de sus ojos, responde:

—Ellos nos esperarán. La ropa aún necesita nuestras manos para extenderla en los juncos…

La nieta le regala una sonrisa, y sus soledades fragmentarias encuentran la complicidad de unas miradas que van enmudeciendo con cadencia.

Inspirado en la fotografía titulada “La herencia del agua”

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