-Abuela, ¿tú crees en el cielo y en el infierno? –le preguntó la niña a la anciana mientras ambas lavaban ropa en la pila de la vieja casa del pueblo.
-Aquí y ahora, sí.
-No te entiendo.
-Dame la mano, Alba, y mírate en la pila.
La abuela estrechó la mano de su nieta Alba y, contemplando los embelesados ojos que la miraban desde el agua, dijo:
-El cielo.
A continuación, la anciana soltó la mano de la niña y le pidió que se diese media vuelta.
-¿Quieres que te dé la espalda, abuela?
-Sí, Alba.
-¿Para qué?
-Para enseñarte el infierno en el que yo creo.
La herencia del agua.
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