Sobre la pared, solo blanco. Blanco puro, inocente, angelical,…
La dubitativa farola parecía no querer alumbrarlo, incesante, parpadeaba dejando entrever aquel inerte callejón.
Cerré los ojos sólo un momento y aquel blanco se volvió rojo; rojo intenso, rojo líquido.
Descubrí aterrado, que en mi callejón las firmes huellas de la desgracia mancharán por siempre tu color puro, inocente, angelical,…
Foto en la que se basa: “Yaiza”
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