Caminaba llorando algo inseguro el paso.
Yo miserablemente leía la tristeza en su espalda -dos mojitos- sus titubeos, su dolor .Su pelo, sus caderas, sus manos trémulas, arrastrándose por la pared. La fidelidad que nunca recibió, que nunca fue.
Se iba alejando, se tornaba nebulosa y cuanto mas nos separaba la distancia, más liberado me sentía.
Ah¡ Vive dios, dice mi padre que Dios castiga sin piedra ni palo.
Así me fue “guey”: volví a verla al cabo de los años, y me miró altanera, soberbia…
Yo humillé…mas persistí…y ella tan buena me perdonó-
Siempre la quise aturdimientos aparte e inevitablemente siempre será un trozo muy grande de mí corazón, de mis penares…de mis zonas intercostales y otras zonas más dolorosas.
Lo reconozco “fumo porros a diario”.
Ahora sueño con su regreso y lloro como el niño que fui su ausencia.
Nunca fui tan feliz, ni tan sereno como en tus brazos.
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