Dijo, que me trajera algo rojo y unas medias de rejilla. Nada de ropa interior ni maquillaje porque iba a tomar la fotografía de espaldas. Preparaba la exposición Noches de Tango y le faltaba una instantánea para completar la colección. Sólo una. Me descubrió en la esquina de la calle del Convento e inmediatamnete pagó mi servicio por adelantado. Opinó, “quiero tu imagen. No necesito nada más”. El día convenido sonreí provocativa “¿Te gusto? Él preparaba la luz y las pantallas. ¿Por qué me has elegido?, quise saber. Disparó el flash y me volví para leer en sus nimbosas pupilas.
-¡Eres tan vulgar!
Se contrajeron violentamente mis labios. Pensaba que los artistas eran dioses. Seres especiales que compartían una esfera diferente.
Fotografía: Noches de Tango
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