Cuando la escuché hablar con aquel hombre, supe que mi destino estaba ya escrito. Le temblaba la voz y parecía buscar las palabras precisas:
-Es ya muy viejo... pero es muy bueno... Hace muchos años que estamos juntos y no me gustaría separarme de él, pero... - vaciló un instante antes de continuar- Me han dicho que aquí...
Sus ojos grises se oscurecieron más que el cielo de aquel lluvioso día de invierno y su mano me apretó con fuerza como si no quisiese apartarse de mí.
-No se preocupe, señora, aquí estará bien- aseguró ofreciéndole el dinero y sonriendo
Ella, avergonzada y triste, lo metió en el bolsillo de su raído abrigo y salió arrastrando los años por la calle del Sol. En aquella librería de viejo sólo quedó de mí un tejuelo con la signatura 823-WIL, la tragedia de mi vida y el inconfundible olor de la nostalgia.
(inspirado en la calle del Sol)
No hay comentarios:
Publicar un comentario