Se había hecho las piernas, las ingles, el bigote... Esperaba divina a las nueve en el apartamento, como todos los martes.
Las doce. "Este hijoputa..." Se había quedado todo helado, incluida ella "Me cago en su puta madre". Sonaba por tercera vez la selección de boleros "No sé por qué te quiero... eso digo yo, pedazo de mamón". Otra copa.
A las tres se durmió encogida en el sofá. Los tacones de aguja lanzados a mala hostia en el terrazo.
La despertó el frío del amanecer. Los ojos pegados de rimmel, "Joder". El suelo helado debajo de sus medias finísimas "Necesito una ducha, qué coño, un baño ardiendo".
Una hora después se vengaba desayunando centollo con Albariño. A su espalda la nevera zumbaba. Relamía la tercera pata. En la UCI del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla un médico de guardia soñoliento firmaba su primer parte de defunción.
Inspirado en la fotografía titulada “Comida para dos”
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