Cuando era pequeña, mi madre y yo acompañábamos a mi abuela al cementerio el día de todos los santos. De luto riguroso ella limpiaba la losa y colocaba flores mientras nosotras la observábamos en un silencio absoluto. Cuando mi abuela murió mi hija y yo acompañábamos a mi madre al cementerio el día de todos los santos. Ella limpiaba la losa y colocaba flores mientras nosotras la observábamos en un silencio absoluto. Cuando mi madre murió decidí que el día de todos los santos me daría una ducha purificadora y después envuelta todavía en mi toalla cenaría marisco y buen vino en la cocina de mi casa y colocaría otro plato para mi hija por si quisiera acompañarme para celebrar todo el amor que nos dieron nuestros ancestros y todo lo que todavía nos queda por vivir.
Basado en la fotografía comida para dos
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