viernes, 26 de noviembre de 2010

240.- CRUZANDO EL RUBICÓN

“Es la herencia del agua”—dijo. Percibí un cierto tono dramático en su afirmación y decidí indagar más. “Sí, las noches de tango son mágicas”, contesté con gravedad. Marcelo me miró como si me hubiera reconocido en ese instante y me abrazó emocionado. “Iremos a Astillero”, dijo con la voz entrecortada. “A la hora del paseo el abuelo está en Yaiza”, pensé para mis adentros. Me despedí de mi hermano y lo vi perderse en la niebla. Aún sigo sin entender qué relación había entre sus palabras y el hecho de que le hubieran servido ensalada y pollo como menú. Se lo preguntaré la semana que viene. Cada martes viene a visitarme al psiquiátrico, en el número 25 de la calle del Sol.

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