sábado, 27 de noviembre de 2010

264.- EL MUELLE

Mientras fumaba sentado en el muelle, el humo de su cigarro se mezclaba con la espesa niebla. Las primeras luces de la mañana apenas lograban colarse entre la espesa bruma, pero él se sentía cómodo en ese espacio húmedo, como oculto. El intenso olor a mar le traía recuerdos de una vida transcurrida sobre la cubierta de un pesquero. Era difícil adaptarse a la firmeza y sequedad de la tierra después de tantos años balanceándose sobre la humedad del mar. Por eso se acercaba al muelle cada mañana, en busca de un recuerdo, de una sensación que le hacía encontrarse como en casa, al menos por un rato. Le encantaban las mañanas como aquella. Cuando la niebla desdibuja los límites entre el mar y el cielo, y sólo la sombra de algunos botes y la estructura de la grúa de hierro reflejada sobre el agua altera el denso paisaje gris.

Inspirado en la fotografía “Astillero”

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