sábado, 27 de noviembre de 2010

305.- Sin título

Siempre me pareció bulliciosa, vital y entrañable. El primer edificio lucía en la fachada, una ennegrecida placa de mármol con su nombre: Calle del Sol.

La rememoro luminosa, con ropa tendida en los balcones adornados de geranios, y las canciones que se escapaban de la radio, a través de las ventanas abiertas: dos gardenias, el emigrante, camino verde...

Resultaba familiar y parte del paisaje, las pescadoras ambulantes que vendían la mercancía vociferando: bocartes, ojitos, lirios.... Portaban el género sobre sus cabezas en cestas de mimbre, posadas en el rueño, para soportar mejor la carga.

En esta andadura por el ayer, únicamente siento añoranza por la desaparecida arboleda, que se iniciaba en el actual número treinta y finalizaba en el linde con el Paseo de Menéndez Pelayo. Era pequeña, pero escondía grandes historias de amor y desamor, bajo la alfombra ocre de hojas secas, que cada temporada desplegaba el otoño.

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