sábado, 27 de noviembre de 2010

298.- Sin título

El defecto sigue ahí: aunque sea yo quién se aparte o se lleve el golpe, lo cierto es que automáticamente surge una voz en contra de mi voluntad para precipitarse en un balbuceante “lo siento”.

Aquella noche no fue una excepción: el Rubicón a reventar, más el bulto enfundado sobre mi espalda, más mi acelerada y habitual impuntualidad, dieron lugar a una torpe pelota de pinball chocando contra cada cuerpo sin rostro que se interponía en mi camino, escupiendo “lo siento” en aspersión.

Magullado el amor propio pero ya a salvo en el escenario, desenfundada la guitarra, cerveza a mano, comenzó el ritual: busqué su mirada gatuna, confiada y desafiante, dejé que sonaran los primeros acordes sin dejar de mirarla, y con ellos llegó la tregua: el desgarro ronco y áspero de mi auténtica voz abriéndose paso sin obstáculos por el apretado local en creciente desvelo, silencio… vuelta a empezar.

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