miércoles, 24 de noviembre de 2010

119.- Sin título

Desde niño siento que todo lo que me rodea se precipita sin remedio en círculos concéntricos como si el tiempo fuese un inmenso desagüe. Solo observando algunos objetos despistados, a los que he asociado previamente una historia o un recuerdo, permaneciendo así fuera del vertiginoso girar del ahora, consigo pisar suelo firme.

El destartalado adoquinado de la Calle del Sol siempre fue un lugar cómodo para pasear. Lo he recorrido tantas veces que tenía una historia para cada baldosa. Al recorrer la calle desde San Simón hasta Puerto Chico todo permanecía en una placentera y casi divina quietud.

Hace dos años vinieron del ayuntamiento para reformar la calle. Cuando vi que la estaban levantando, creí que jamás volvería a pisar suelo firme.

Dos años después vuelvo a pasear por la Calle del Sol y siento esa misma divina quietud, pues he recolectado historias de sobra para volver a adoquinarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario