Soy viejo marino de lento andar, voy por el camino, entre la neblina de la mañana, hacia el puerto. Escucho, en tanto, del mar sus murmullos vagos. La vicisitud del tiempo todavía no ha agotado mi propio destino, ni la del astillero, el que yace en el hermoso muelle que antaño fue conmigo de duros y laboriosos días. Del plácido momento que respiré entonces, supe inhalar de los añejos vinos, su fino bouquet, siempre callé mis tibias andanzas con las buenas mujeres y aprendí a degustar el humilde plato de alubias, perfumado con el grato olivo. Esta turbia neblina es casi evocación de mi cansado paso, pero miro hacia adelante, porque sé que el sueño de vivir no termina ni se aleja de mi memoria hasta que la vida me haga renunciar a ella, pero espero nunca lo haga con mi astillero.
Inspirado en la fotografía titulada “Astillero”
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