miércoles, 24 de noviembre de 2010

146.- LA HERENCIA DEL AGUA

Mi abuela Herminia, pertenece a esa generación de mujeres que creció obedeciendo la voluntad de su padre, tarea que abandono, para acatar la de su marido y presa en la costumbre, satisfizo la de sus hijos olvidándose de si misma.

No solo es la mujer más cariñosa y entrañable, fue la narradora de las historias más maravillosas.

Recuerdo como me gustaba acompañarla al lavadero del río. Ese día, siempre aparecía mágicamente bajo su mandil, una tableta de chocolate y tras sus labios, los más bellos relatos sobre su niñez, íntimamente ligada al río, al rumor de sus aguas y la fricción de las ropas entre sus manos.

Hoy, Herminia, escucha de mis labios su vida. No recuerda quien es, ni siquiera reconoce a esa mujer que tantas veces vio reflejada en el remanente del lavadero. Únicamente abandona su olvido, cuando hago aparecer, mágicamente, unos bombones que empañan su mirada.

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