Subía San Simón esquivando los baches, los charcos, la maquinaria pesada (“Esta puta cuesta”), sudando bajo el jersey mojado. La tarde de Febrero era ya noche.
Habíamos quedado en el Rubicón. “De hoy no pasa”, sudaba aún en una mesa del fondo mientras ensayaba las mismas palabras: “Es culpa mía, no puedo seguir, estoy perdido…” Las repetía mecánicamente sin dejar mientras de ensoñarte, tu olor, tu cuerpo desnudo… Una erección. Joder, así no. Centrarse. En cualquier momento entraría ella, helada, gris. Casi oía sus tacones por la calle del Sol… Un perro. Valor: “Es culpa mía…”
Otra media hora, tres cañas ya, el rumor de una ambulancia bajando Lope de Vega…
De pronto, la conciencia del sonido me dejó sin aire: Corrí a la calle, me ahogaba. A mi izquierda, la espalda de una mujer gris, con tacones, abrazaba a un hombre más alto que yo bajo la lluvia.
Inspirado en la calle del Sol
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