Cuando entré, abuela, contemplabas absorta el mundo exterior desde la ventana. Consumida por el mal innombrable, más frágil que nunca, quise detener el tiempo para ti. Mis labios musitaron trémulos tu nombre, mas aquellos profundos ojos violáceos, antaño vitales y cálidos evidenciaron una cruel indiferencia a mis palabras. Tomé delicadamente tu mano y sentí el tiempo escapando inexorable en cada palpito. Yo sé que ardía aun tu corazón en las pupilas, muy dentro de ti me escuchabas, me veías. Saqué de mi chaqueta azul una foto antigua de las dos y te la entregué... ¿Me recuerdas como aprendiz de lavandera? , somos nosotras abuela; las dos pañuelo en ristre, jabón nacido de tus manos y el agua como fuente de labor y risas. Mis lágrimas debieron despertar tu curiosidad y me miraste. Entre frases inconexas manó de tu boca un nombre que me devolvió la infancia otra vez …Meli.
Inspirado en la fotografía titulada “La herencia del agua”
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