Un veintitrés de octubre más. Laura perpetúa el rito, ya sin joyas ni tocado, sin carmín ni maquillaje. Sola y sin sonrisa. Lo que otrora era placer y complicidad se torna ahora en soledad y monotonía.
Sólo fueron dos las veces que él la llevó a aquel fastuoso restaurante. Eran días radiantes que la marcaron a fuego. Pero el amante al que se entregó se desdijo de su fiel promesa. Se fue siguiendo las curvas voluptuosas de una mulata que nada le prometía. Y desde entonces, el reloj se detiene para Laura todos los veintitrés de octubre.
El aniversario más amargo: un amante sin amor, una amada en el olvido.
Inspirado en la fotografía titulada “Comida para dos”
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