Julia lleva cuarenta años fregando unas malditas escaleras, esperando el día de un encuentro. Peldaño a peldaño muere agarrada a una fregona desagradecida con una esperanza. Siempre a la misma hora. Lluvias, soles, fríos y vientos no la desaniman. Tomás lleva cuarenta años rondando una portería, solicitando amor en misivas diarias. Paso a paso muere agazapado tras una levita con una carta escondida. Siempre a la misma hora. Vientos, fríos, soles y lluvias no lo consuelan. Su cuerpo camina desalentado hacia su parroquia para el quitapesares de cinco o seis feligresas entre las que no estará ella.
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