El azar me llevó. Traspasé la puerta; un montón de anuncios colapsó mi entrada en el recibidor, empecé a marearme. Conciertos, ofertas para nativos, terapias para oriundos, minimarket sostenible..., me sobrepuse y accedí directamente a la barra. Después del primer trago pude relajarme, hasta entablé conversación. Deglutí el trago de la soledad y compartí más tragos, la sensación de dulce mareo siguió su curso. La visita del fondo a la derecha me hizo dudar de esa dulzura: “saroñes, caballeros, señoras, sorellabac”. Salí a trompicones para comprobar mi equilibrio ocular, anduve leyéndolo todo, sin duda, leí calle del sol con letras derechitas, volví, leí: Rubicón tan recto como Dolmen, regresé convencido de que no era yo, sino el autor de la obra quien se recorrió todos los recovecos de sol street buscando inspiración. Me quedé en la gloria. La dulce sensación disléxica continuó hasta llevarme a prometer que aírevlov.
Inspirado en la Calle del Sol de Santander
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