Sin ninguna gana comencé mi tarea. Las cajas vacías me miraban desde la esquina del salón.
Las cortinas reposaban sobre el sofá esperando a que las llegara su turno. Fui liberando las estanterías. Foto a foto, libro a libro, sueño a sueño.
Los cristales de la ventana estaban salpicados de lágrimas de muchos años, de besos fríos, de manos ávidas de aferrarse a algo, a alguien.
Sobre la mesa vi las llaves de mi nueva casa, sujetas en un llavero verde, con un papelito escrito con letra roja: “Calle Siempreviva 25”
Entonces lo decidí: Para olvidar hay que matar el recuerdo. Volví a mirar las cajas, las cortinas, los libros, los cuadros, la vajilla… Agarre con firmeza el pomo de la puerta y con agria sonrisa salí dando un portazo. Se debió de oír desde el portal.
Allí lo dejé todo. Allí dejé mi anterior vida.
Inspirado en la fotografía titulada “25”
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