Todo empezó el día que nació Marcelo, dos años después de que se firmara la paz en su país, vio la muerte en las calles, siendo muy, muy pequeño.
Nacían más niños de los que sus madres podían alimentar, sólo sobrevivían los fuertes.
Su madre lo dejó en un centro y tuvo que despedirse con sólo un año.
Era un niño muy guapo, con ojos profundísimos y una sonrisa que le llenaba de contrastes y de posibilidades.
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Me pongo triste en ocasiones, no sé dónde está mi mamá. Quiero que venga y no viene.
¿Qué está pasando? No quiero despedirme otra vez
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Marcelo tenía otra familia, en un mundo aparentemente mejor.
¿Por qué, entonces, sus ojos se veían profundamente tristes?
No es posible que recuerde. Pero..., esa mirada tan profunda, como en una constante búsqueda.
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