Fue similar a ver una estrella en la oscuridad de la noche. Hay millares de ellas a su alrededor, pero tú sólo contemplas a una resplandecer entre las demás. Esa fue la sensación que tuve cuando entré en el Rubicón aquel viernes. Carmen parecía especial ya a primera vista. “¿Está ocupado?” Así dio comienzo una conversación tan sumamente deliciosa que parecía irreal, como si los diálogos hubieran sido escritos por los dioses en colaboración con el destino. Nunca pensé que diría esto pero éramos tal para cual. Como era de esperar, iniciamos una relación igual de maravillosa. En honor a ese día, quedábamos todos los viernes en ese mismo bar. “Qué rutinarios sois”, nos decían nuestros amigos. “Más bien románticos”, les respondía siempre. Y lo mismo se puede aplicar ahora que estamos muertos: no es violencia de género, es amor. Mi única intención era asegurarme su compañía para la eternidad.
(inspirado en la Calle del Sol)
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