No podía dejar de mirarlos. La lluvia tintaba el cielo de gris, mi tristeza envolvía el espacio.
Seguían danzando ajenos a mi dolor. Sus ojos a pesar del frío, brillaban radiantes. La melodía les guiaba con susurros apasionados. Gozaban de la caprichosa complicidad del deseo.
Había una historia, con un pasado -yo ahora formaba parte de él- y con un futuro, les pertenecía a ellos dos.
Bajo las gotas, esculpida de rojo estaba yo, añorando un aliento cálido que descongelase mi corazón. Dispuesta a narrar con mis propias manos una trágica historia sobre sus cuerpos. Pagarían cara su traición.
Amargos, así deben terminar todos los tangos.
Fotografía: "Noches de tango"
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