miércoles, 24 de noviembre de 2010

104.- Sin título

En estas mañanas tan calurosas hablo con Violeta aunque esté muerta, pero como hoy parece que hoy tiene ganas de regañar, saco nuestras sillas a la puerta de casa para estar más cómodos y oirle bien cuando me reprende por no haber usado una boina de niño. -Te va a dar una insolación, tontorrón...Seguro que hubieras estado muy guapo con una de colores- afirma divertida. Me río a carcajadas y me miran mis vecinos de la Calle Sol, casi todos mayores, casi todos conocidos. A ella solo la veo yo cuando tengo calor. Violeta me acaricia la frente con su mano fría, de cadáver, para aliviarme y siento sus dedos como gotas de rocío. Un niño grita ruidosamente. Los jóvenes arman mucho jaleo. Me ato un pañuelo de colores llamativos a la cabeza y nos vamos, mi difunta y yo, a ver la cruz de la Ermita. Al pasar cerca del chico, saco mi boina del bolsillo y se la pongo en la cabeza, para que cuando su difunta venga a verle el día de mañana, no le regañe.

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