Y a mis 80 años cuando me siguen preguntando por el amor de mi vida, yo sigo respondiendo como hace 60: ‘¡La calle del sol, de aquí hasta que me muera!’. Porque desde que fui un chiquillo me regaló sus aceras para jugar y aún ahora, con el rostro poblado de arrugas, me sigue mirando como aquella madre orgullosa que ha visto crecer a su pequeño. Porque fue testigo de mi primer beso y anfitriona de mi primer amor, condujo a mis hijos hacia el hogar y es vida cada vez que paseo en su seno. ¿Y aún me preguntas que cuál ha sido mi gran amor? ¡Ay, calle, mi querida calle del Sol! Que no me muera yo sin poder verte una vez más.
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