Las ocho. Arriba. Puso música mientras se arreglaba y tomaba un café. Era su forma de comenzar el día con optimismo, aunque hoy no habría más problemas que ayer ni anteayer.
El despacho explotaba desde el escándalo. Llegar allí y fundirse con la bahía le potenciaba el Lexatín.
Una pila de asuntos sobre la mesa y el ordenador ardiendo de emails. Como sucedía últimamente, uno de su abogado: imposible retrasarlo más, a las 21:30 van a detenerte a casa. Mejor que estés, podría complicarse más. Sangre fría y ponte guapa. Yo estaré allí.
Se permitió un cigarrillo en la ventana, pensando que algún día tendría que suceder. Revisó tres asuntos urgentes y decidió no trabajar más.
Salió de shopping, ¡genial, rebajas! Luego compró unas chuches en una marisquería, Champagne tenía. Lo que le pedía el cuerpo era una ducha y darse un homenaje.
Nunca pasa nada, pensó.
Inspirado en la fotografía titulada “Comida para dos”
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